Recuerda,
Nuestra Señora de la Salette, verdadera Madre de la aflicción, las lágrimas que
derramaste por mí en el Calvario; no te olvides tampoco del continuo cuidado
que has tenido para protegerme de la justicia de Dios; y considera si puedes
ahora abandonar a tu hijo, por quien has hecho tanto. Inspirado por este
consolador pensamiento, vengo a postrarme a tus pies, a pesar de mi infidelidad
e ingratitud.
No rehúses
mis ruegos, Oh Virgen de reconciliación, conviérteme, obtened para mí la gracia
de amar a Jesucristo sobre todas las cosas y de consolarte a ti también
viviendo una vida santa, para que un día yo pueda verte en el Cielo. Amén.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario