viernes, 9 de diciembre de 2016

DEBEMOS VIVIR LOS SACRAMENTOS PARA SER SIGNOS VISIBLES DE DIOS


La enseñanza de la Asamblea Carismática del día de ayer, fue presidida por el padre Ciro Gonzales, de la Diócesis de Zipaquirá. El sacerdote, enfocó su catequesis en el valor de los sacramentos,  resaltando que el sacramento nos lleva a Dios, porque contiene a Dios, el primer sacramento que conocemos es Jesucristo.

Un sacramento es un signo visible que hace visible lo invisible.Lo podemos entender así: Jesucristo, es un signo visible que hizo visible a Dios, por medio de su oración, de su ser.  Jesús fue un humano que transparentaba lo divino.

¿Nosotros podemos trasparentar lo divino cuando recibimos su sacramento? Hermanos, la intención es que vean lo divino a través de nuestra condición humana, como lo hizo Jesús.

En ese sentido, el padre Ciro, reflexionó sobre los sacramentos y cómo debemos vivirlos, empezando por el Bautismo. De este modo, dijo que el verdadero bautismo es aquel que se une a la cruz de Jesucristo, aquel que renuncia a vivir en pecado, bajo el yugo de Satanás. Es el que dice: ahora quiero ser de Jesucristo, de la gracia. Esto con el fin de proclamar lo que está escrito en Gálatas: Ya no soy Yo sino es Cristo quien vive en mí. Todo lo logramos cuando recibimos el santo sacramento.

El sacramento no es el momento en el que el padre realiza lo que se conoce como la liturgia sacramental. Sino que consiente o no, somos nosotros los que recibimos esa unción, ese sacramento diariamente. Somos nosotros los que somos transformados.

Así mismo, habló de la Eucaristía como sacramento, recordando que sería maravilloso que todos reflejáramos lo recibido, en la vida cotidiana.  La eucaristía, señaló, es el sacramento más hermoso que tenemos, porque allí nos estamos uniendo a Cristo, nuestro Redentor. Por eso cuando comulgo, significa que quiero llenarme de Cristo.

Sin embargo, nuestras eucaristías, a veces, son como muertas, porque apenas salimos de la Iglesia,  ya estamos peleando con todo el mundo, alegando, maldiciendo; aun cuando acabamos de recibir al Señor... ¿eres una Eucaristía viviente, que refleja a Cristo a dónde va?.  La Eucaristía es el sacramento más precioso que tenemos, por eso independientemente de si el sacerdote que celebra es el que más nos gusta, lo más importante de este sacramento es Jesucristo

Yo necesito alimentarme de Jesucristo. De modo que la Eucaristía es una necesidad, si no me alimento, no puedo donarme a mí mismo, no puedo brindar amor, no puedo llevar a los demás a que trasformen su vida.  Tenemos que cambiar nuestro ver y sentir en la Eucaristía.  Trabajemos en eso.

Luego de esto, el padre habló del sacramento de la confesión. Cuando me acerco al sacerdote tengo que ir arrepentido, preparado y con dolor. El arrepentimiento hace efectiva una confesión, junto con la absolución del sacerdote. Cuando yo voy a confesarme, es porque quiero renovar mi vida, porque no quiero pecar más. Porque quiero renovar el sacramento del bautismo que me dejo limpio, y que el pecado ha ensuciado. Entonces busco la purificación que me da la confesión.


Cuando nosotros estamos llenos de pecado, Dios hace lo imposible por medio de su Hijo amado, para sacarnos de ese pecado. Entonces es el amor infinito de Dios que quiere sacarnos de aquella oscuridad, porque nos ama. Esa es la gracia de Dios. Si tú vives el sacramento de la penitencia desde el amor de Dios, podrás perdonar a otra persona. Por ello, confesarse nos acerca más a Dios, nos purifica y comenzamos a vivir como un ser amado de Dios.

De esta manera, analizando todos los sacramentos en los que recibimos a Cristo, como el matrimonio, el sacerdocio, etc. concluyó con que una persona que vive sacramentalmente, manifiesta a Dios a través de su vida.

Por lo tanto, si somos sacramento significa que somos un signo visible que hace visible lo invisible, es decir, a Dios. Hacemos visible a Dios.

Luego de esto, el padre Ciro, realizó una maravillosa oración de acción de gracias a Dios por todos los sacramentos que nos ha regalado, pero también pidiendo la purificación de nuestro ser, para vivir plenamente dichos sacramentos como verdaderos cristianos.

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