Acordaos, ¡oh
piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han
acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro
socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también
acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes! Y aunque gimiendo bajo el peso de mis
pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis,
¡oh Madre de Dios!, mis humildes súplicas, antes bien, inclinad a ellas
vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario