Vuestro emblema fue siempre padecer y
ser despreciado. ¡Oh, si pudiese yo al menos resignarme en mis tribulaciones,
ya que no soy tan generoso como tu en el padecer y ser despreciado! A ti, pues,
que en tantos sufrimientos fuisteis siempre paciente, resignado y gozoso, a ti
me encomiendo para que me enseñéis a resignarme en mis muchas penas. Tampoco me
faltan fuertes pesares y pesadas cruces, y muy a menudo cansado y desalentado
me quedo..., me abato..., y caigo. Ten compasión de mí, y ayúdame a llevar con
resignación y gozo mis cruces, con la mirada siempre vuelta al cielo. Os tomo
por protector mío, por mi maestro y mi guía aquí en la tierra, para ser vuestro
compañero en la patria del Paraíso. Amén.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario