ESPIRITUALIDAD
Entendemos
por espiritualidad carmelitana una forma de sentir y vivir el evangelio desde
determinadas premisas que nacen de la experiencia de los "grandes profetas"
de la familia del Carmelo Descalzo: Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Teresa
del Niño Jesús, Edith Stein, como son: la experiencia de Dios que lleva a
descubrir al Dios interior y a dar un sentido teologal a la vida; la
experiencia cristológica, que lleva al Cristo histórico del evangelio; la
experiencia de la Iglesia, como pertenencia y preocupación por el bien de la
misma.
El Capítulo
General de 1985 hizo suyo el llamamiento del Papa Juan Pablo II a que el
evangelio, y por extensión los grandes maestros espirituales, sean fuente de
cultura en cuanto que promueven en la persona la sensibilidad por los
auténticos valores de libertad, justicia y paz. Amplía, también, los horizontes
para la percepción y degustación de los valores religiosos. Introduce en la
experiencia de lo divino, que es donde puede saciarse el afán de nuestro
corazón.
Desde esta
invitación se atrevieron aquellos padres capitulares a destacar una serie de
valores propios de nuestro patrimonio común que deberían informar la vida y la
actividad de la Orden, "el apostolado específico" del Carmelo
Descalzo.
La
experiencia de Dios y el deseo de comunión con él, como testimonio y respuesta
a la dimensión religiosa del hombre. La experiencia salvadora en Jesús de una
humanidad profundamente necesitada de purificación y liberación. La fraternidad
de una comunidad teresiana como aporte característico a la aspiración social y
relacional del hombre de hoy, siempre en búsqueda de comunicación y amistad. La
visión teologal y cristológica del hombre. La contemplación del mundo desde
Cristo crucificado y resucitado presente y operante en la historia, como
actitud de esperanza creadora para los hombres comprometidos por un mundo
mejor. La vida de oración como experiencia de la trascendencia, del Dios revelado
en Jesucristo. El ascetismo como desprendimiento de lo superfluo y
disponibilidad en favor de los seres humanos. Promover en cada persona la
capacidad de reflexionar -el espíritu crítico teresiano y que fomentar la
convivencia social -el estilo de hermandad teresiana-.
HISTORIA SU ORIGEN
Los Carmelitas nacieron, hacia finales del
siglo XII, de un grupo indefinidos, no bien conocido de laicos, peregrinos y
cruzados que, cansados de la guerra o deseosos de aguardar la definitiva venida
del Señor que, según la mentalidad apocalíptica, tendría lugar en Jerusalén, se
retiraron a la montaña del Carmelo, donde adoptaron el estilo de vida
eremítico, en boga por aquel entonces, como oposición y reforma al movimiento
monástico. Estos primeros Carmelitas se dedicaron a la oración y la meditación
de la Palabra de Dios.
Aquellos
primeros carmelitas, antes de estructurarse en colegio, lo que tendrá lugar con
la Regla, eran ermitaños independientes, por libre, que buscan la perfección a
través de la soledad, en donde tratar de luchar contra el diablo -el combate
con el diablo, propio de la espiritualidad del desierto- y contra todos los
enemigos del hombre verdaderamente cristianos, las pasiones. Posteriormente,
En un
segundo momento, entre 1206-1214, pidieron a Alberto Avrogardo, patriarca de
Jerusalén, residente en San Juan de Acre que les diese una Regla, una formula
de vida, por la que regirse, y en la que define el ideal carmelitano como
“vivir en obsequio de Jesucristo, sirviéndole fielmente con corazón puro y
buena conciencia”.
La falta de
seguridad en Tierra Santa provoca que, a partir de 1220, los Carmelitas
comiencen su emigración hacia Europa estableciéndoos en Chipre, Sicilia,
Francia, Inglaterra. En 1291, con la caída de San Juan de Acre, se acaba con la
presencia de los Carmelitas en el Monte Carmelo.
La
mitigación de la Regla, las adaptación de la misma a las nuevas exigencias de
la vida religiosa, por parte de Inocencio IV, 1247, es el punto de partida de
la adaptación de la Orden del Carmen de sus orígenes eremíticos al esquema de vida
mendicante, al permitirse a los Carmelitas fundar sus conventos en las ciudades
y dedicarse a predicar y confesar al igual que los otros Men¬dicantes, aunque
no será hasta el II Concilio de Lyón cuando oficialmente sean considerados
Mendicantes, al lado de los Dominicos, Franciscanos, y Ermitaños de San
Agus¬tín.
Establecidos
en Europa, y buscando señas de identidad con las que poder ser reconocido por
la gente, desarrollan la devoción al profeta Elías, al que presenta en su doble
vertiente, como prototipo de del ermitaño dedicado por entero a la
contemplación, y por otra parte como modelo de vida mixta en cuanto conjuga la
acción y la contemplación.
Igualmente,
desarrollan la piedad mariana que termina por identificarles como la Orden de
la Virgen, siendo a partir del establecimiento en Europa cuando se generaliza
el título con el que oficialmente se conoce la Orden. Hermanos de la
Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo
Aquellos
carmelitas de los últimos tiempos medievales, que pretendían vivir en obsequio
de Jesucristo, se caracterizaron por: La contemplación, fundamento de la vida y
del apostolado del carmelita, la oración, y con ella la meditación, el
recogimiento y el silencio, la ascesis, que implica la sobriedad de vida, la
pobreza, que implica la vida humilde y de dependencia de los demás, el
apostolado, tanto en sus iglesias como fuera de ellas.
EL CARMELO DESCALZO
El Carmelo
Descalzo reconoce como madre y fundadora a Santa Teresa, y además con él nos
encontramos con la única Orden que ha tenido por fundadora a una mujer, y, a
diferencia de la otras ordenes, con rama masculina y femenina, ha sido la
femenina, la que ha precedido a la masculina.
No vamos a
entrar en la vieja polémica entre el carisma del reformador y el carisma del
fundador. En la Madre Teresa se dio, "querer conservar la continuidad del
Carmelo", lo novedoso no es el pasado en sí, sino el progreso, la mirada
al futuro, lo que nos lleva a pensar que Santa Teresa "quiso que naciese
un nuevo estilo de vida religiosa", y lo hace siempre en fidelidad a la
Iglesia.
Lo que
acabamos de decir es una afirmación que pasará a las constituciones donde nos
definimos como "una Orden antigua, que hermana la fidelidad a la tradición
espiritual del Carmelo con un afán de renovación permanente". Tradición y
afán de renovación, dos actitudes legadas al Carmelo Descalzo por su madre y
fundadora Santa Teresa.
En el tiempo,
siete años, que media entre la visión del infierno, lo que motiva en Santa
Teresa el deseo de vivir a mayor perfección, 1559, y la visita del General de
la Orden, P. Rubeo, a Ávila, 1566, se define el ideal teresiano, donde al fin
va a predominar lo fundacional sobre los reformador, pues aunque hay en ella un
entronque con lo anterior, una búsqueda de la regla primitiva, un deseo de ir a
las fuentes de lo carmelitano, los "padres nuestros de donde
venimos", lo novedoso en ella es "la voluntad de autodeterminación"
a algo, que, vivido interiormente por ella, va a ser transmitido al grupo o
familia por ella iniciada.
En Santa
Teresa hay un crecimiento que va desde su deseo de reformarse a ella, o de
reformar su orden, lo que motiva la fundación de San José de Ávila, 1562, a una
preocupación eclesial, el de la unidad de la Iglesia, la vieja cristiandad, y
finalmente, la preocupación apostólica al descubrir la misión, los nuevos
espacios que se abren para la Iglesia en el América, el nuevo mundo.
El final de
todo este proceso será el desarrollo fundacional que se desata y que llenará el
resto de su vida, 1567-1582, y el dar a luz a los frailes descalzos, lo que
acontece con San Juan de la Cruz y el P. Antonio de Jesús en Duruelo, 28 de
noviembre de 1568, a los que transmite no sólo su estilo de vida, sino también
su pasión o preocupación por la Iglesia y por la salvación de las almas, su
ideal apostólico y misionero.
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