Señor, te
encomendamos el alma de tu siervo(a) ... (mencione su nombre) y te suplicamos,
Cristo Jesús, Salvador del mundo, que no le niegues la entrada en el regazo de
tus patriarcas, ya que por ella bajaste misericordiosamente del cielo a la
tierra.
Reconócela,
Señor, como criatura tuya; no creada por dioses extraños, sino por ti, único
Dios vivo y verdadero, porque no hay otro Dios fuera de Ti ni nadie que
produzca tus obras.
Llena,
Señor, de alegría su alma en tu presencia y no te acuerdes de sus pecados
pasados ni de los excesos a que la llevó el ímpetu o ardor de la
concupiscencia.
Porque,
aunque haya pecado, jamás negó al Padre, ni al Hijo, ni al Espíritu Santo;
antes bien, creyó, fue celoso de la honra de Dios y adoró fielmente al Dios que
lo hizo todo.
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