sábado, 4 de febrero de 2017

EL BIEN vs. EL MAL

Es una realidad que no podemos negar.  Basta que miremos a nuestro alrededor con un poco de atención: el mal crece a pasos de gigante y amenaza con engullirnos a todos en su torbellino de destrucción y muerte, si no hacemos algo ya para evitarlo.


Crece el mal – el pecado, que es el mal que realizamos -, con sus consecuencias nefastas para cada uno de nosotros en particular, y para la sociedad en general. Todos podemos verlo y sentirlo sin mayor esfuerzo.

Crecen la mentira, la injusticia, la violencia, la corrupción a todos los niveles, y crecen también el egoísmo, el materialismo, el hedonismo, el consumismo, el pansexualismo, y todo lo que de una manera o de otra, va conduciéndonos, sin  darnos mucha cuenta, a la degradación de la persona humana, que Dios creó “a su imagen y semejanza”, para que viviera como hijo suyo.


Por esto, precisamente, se hace cada día más necesario y urgente, que los cristianos, herederos del mensaje de amor de Jesús, hagamos crecer, con nuestras obras, el bien, la belleza, la verdad, la justicia, la responsabilidad social, el amor, la solidaridad,  el respeto por la vida en todas sus formas, el respeto por la persona humana, la sencillez y la humildad, el servicio en todas sus formas, y en general, todo aquello que hace posible que la persona humana mantenga su dignidad de hijo de Dios, y alcance la plenitud a la que está llamado.


¿Cómo?… Simplemente multiplicando por diez, por cien, por mil… nuestras acciones buenas, nuestras actitudes positivas, nuestro trabajo en pro de la belleza, la verdad, la justicia, la libertad, el amor y la paz en todas sus formas. De día y de noche, aquí y allá, porque el mal no distingue lugares ni tiempo, y tampoco descansa.

Nos lo dice san Pablo, en su Carta a los creyentes de la ciudad de Roma:

“No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien” (Romanos 12, 21)

Es la única manera que tenemos de corresponder a la bondad infinita de Dios y a su amor sin condiciones. La única manera de buscar que el mundo realice el deseo de Dios, su Voluntad amorosa y eminentemente salvadora.


“Hay santos de cada día, santos “ocultos”,
una especie de “clase media” de la santidad
de la que todos podemos formar parte”.


Papa Francisco

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