domingo, 5 de febrero de 2017

LA IGLESIA FRENTE A LA HOMOSEXUALIDAD

El tema de la homosexualidad y los homosexuales, está sobre el tapete en gran parte del mundo. Se dicen muchas cosas al respecto, con razón y sin ella. Se discute, se pelea, y hasta se agrede en su nombre, verbal y físicamente.

Una de las afirmaciones que escuchamos con más insistencia, y que va enteramente en contra de la verdad, es que la Iglesia – nuestra Iglesia Católica -, es claramente homofóbica, y que condena “al fuego del infierno” a todos los homosexuales.

Es importante, pues, que conozcamos directamente y de primera mano, la doctrina de la Iglesia sobre este tema tan delicado, no sólo para que sepamos defenderla de quienes la atacan, sino también, para que ajustemos a ella nuestras propias convicciones.

Cuando los periodistas que acompañaron al Papa Francisco al Brasil, le preguntaron al respecto, en el vuelo de regreso a Roma, él les respondió sin vacilación ninguna:

“Si una persona es gay y busca al Señor con buena voluntad, ¡¿quién soy yo para juzgarlo?! El Catecismo de la Iglesia católica enseña que no hay que discriminar, sino acoger.”

Esta es la primera y gran actitud que tenemos que tener todos. Pero vamos a lo que nos dice el Catecismo, que el Papa citó expresamente:

2357. La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10;1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (CDF, decl. “Persona humana” 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.

2358. Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente radicadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.

2359. Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.

Siempre en estos temas es importante ir a las fuentes y nada más. Ahí está todo.

Tenemos que evitar la tentación de añadir a lo que dicen las fuentes, nuestras opiniones personales, sobre todo, si esas opiniones nuestras son más estrictas, si, como dice el dicho popular, “somos más papistas que el Papa”.

El Papa Francisco nos está mostrando con su manera de actuar, con sus gestos cotidianos, que la Iglesia – y nosotros con ella -, tiene la misión de acoger y no de rechazar, tal como lo hacía el mismo Jesús. Hay que leer el Evangelio. ¡Allí está la clave de todo!


Claro que esto no quiere decir, que debamos admitir el matrimonio igualitario, ni la adopción de menores por parte de parejas homosexuales, porque los niños también tienen sus derechos, y siempre la norma es defender al más débil.

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